La tradición de los Reyes Magos: ¿Por qué se le dejan los calzados?

La tradición de los Reyes Magos: ¿Por qué se le dejan los calzados?

Cada 6 de enero, millones de niños dejan sus zapatos, agua y pasto en sus casas para la llegada de Melchor, Gaspar y Baltasar.

La noche del 5 de enero es una de las más mágicas del año. Los niños, con la ilusión a flor de piel, dejan sus zapatos, un recipiente con agua y un poco de pasto esperando la visita de Melchor, Gaspar y Baltasar. Pero, ¿cuál es el verdadero motivo detrás de esta costumbre?

Un viaje al pasado

La tradición de dejar los zapatos tiene sus raíces en diferentes culturas y épocas. Una de las teorías más populares nos lleva hasta los Países Bajos del siglo XV. En aquella época, las personas más humildes dejaban sus zapatos en las iglesias para que los más adinerados depositaran allí limosnas. Con el tiempo, esta costumbre se transformó en la tradición que conocemos hoy.

La leyenda mexicana

En México, la costumbre de dejar los zapatos está estrechamente ligada a la religión católica. Según la leyenda, los zapatos deben colocarse cerca del pesebre, ya que los Reyes Magos se acercan a adorar al Niño Jesús. Además, se cree que la cantidad de zapatos y su tamaño ayudan a los Reyes Magos a identificar a cada niño y a preparar los regalos adecuados.

¿Y el agua y el pasto?

El agua y el pasto que acompañan a los zapatos están destinados a los camellos de los Reyes Magos. Esta costumbre se remonta a las antiguas caravanas que cruzaban el desierto, donde los animales necesitaban agua y alimento para continuar su viaje.

Otras teorías

Existen otras hipótesis sobre el origen de esta tradición. Algunas sugieren que los niños, conmovidos por la imagen de Jesús descalzo, decidieron regalarle sus zapatos como muestra de cariño. Los Reyes Magos, agradecidos por este gesto, decidieron recompensar a los niños dejando regalos en sus zapatos.

Una tradición que perdura

A pesar de las diferentes teorías, lo cierto es que la tradición de dejar los zapatos para los Reyes Magos sigue viva en muchos países. Esta costumbre, cargada de simbolismo y magia, representa la ilusión de la infancia y la esperanza de un futuro mejor.

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