Andrés llegó al país asiático con una visa de turista y la necesidad de adaptarse rápidamente. El informe en la nota.
La historia de Andrés Albiol, un hombre nacido en Lanús, Argentina, es un relato de resiliencia, adaptación y superación en un contexto completamente diferente al que alguna vez conoció. En el año 2010, Andrés decidió mudarse a Corea del Sur con pocas palabras de coreano y un futuro incierto. Hoy, es el primer argentino en ser distinguido como ciudadano honorario de Seúl, un logro que lo convierte en un referente para aquellos que buscan reinventarse.
Los comienzos en Corea: arroz y perseverancia
Andrés llegó al país asiático con una visa de turista y la necesidad de adaptarse rápidamente. “Comía arroz todos los días. Al principio, trabajé como mesero en una cafetería para sobrevivir”, recordó. Sin embargo, su habilidad para aprender idiomas lo llevó a inscribirse en un curso de coreano, que eventualmente le permitió obtener una visa de estudiante y comenzar a construir una nueva vida.
Posteriormente, se convirtió en profesor de español, mientras completaba sus estudios de ingeniería naval en la Universidad de Seúl, gracias al reconocimiento parcial de sus estudios en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Argentina.
De los buques a los trenes
Tras graduarse, Andrés trabajó en la empresa Daewoo, participando en proyectos emblemáticos como la construcción del MSC REEF, uno de los buques más grandes del mundo. Sin embargo, en 2019, decidió abandonar la ingeniería naval y mudarse a Busan, donde un encuentro casual con un edificio del metro local despertó una nueva ambición: convertirse en conductor de trenes.
Aunque le dijeron que era un trabajo sin precedentes para extranjeros, Andrés decidió intentarlo. Pasó meses preparándose para superar los exámenes, que son extremadamente competitivos en Corea del Sur. Tras nueve intentos, logró obtener la licencia para conducir trenes y comenzó a trabajar en una línea automatizada del metro.
Reconocimiento como ciudadano honorario
El compromiso y esfuerzo de Andrés no pasaron desapercibidos. En 2020, recibió el título de ciudadano honorario de Seúl, convirtiéndose en el primer argentino en lograr esta distinción. También fue invitado a tocar la campana de Año Nuevo en el centro de Seúl, un evento simbólico que marcó su reconocimiento público.
“Fue increíble. Estuve en programas de televisión, la gente me reconocía por la calle. Aunque la fama duró solo unos meses, fue un momento único”, relató Andrés.
Adaptación a la vida en Corea
Andrés reconoce las diferencias culturales entre Corea y Argentina, especialmente en el consumismo y la dinámica de la vida cotidiana. “Acá todo se compra y se tira. Nada dura para siempre. Es un sistema que no permite aferrarte a las cosas por mucho tiempo”, explicó.
A pesar de esto, Andrés encuentra maneras de conectar con su tierra natal. “Lo que más extraño es la comida, especialmente el dulce de leche, las empanadas y los cortes de carne. En mi casa tengo parrilla, así que trato de hacer asado todos los fines de semana”, contó.
Una vida sencilla y plena
Actualmente, Andrés trabaja como conductor en la Línea 1 del metro de Seúl, una de las más antiguas y nostálgicas de la ciudad. Vive solo, disfruta de su parrilla y mantiene un estilo de vida sencillo, aunque con un legado que lo distingue en Corea del Sur.
“Este trabajo me cambió la vida. Nunca me hubiera imaginado estar acá cuando llegué. La vida tiene formas curiosas de llevarte por caminos que nunca planeaste”, concluyó Andrés, demostrando que con esfuerzo y perseverancia, los límites son solo desafíos por superar.
Con información de TN.