El arzobispo de Buenos Aires reflexionó sobre la importancia de este hecho histórico para la Iglesia Argentina y para todo Santiago ante la anuncio por ser, desde ahora en más, Sede Primada de todo el país.
En una sentida homilía durante la celebración eclesiástica del cambio de Sede Primada de Argentina, Monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires, ofreció un profundo discurso cargado de simbolismo y reflexión sobre la historia de la Iglesia Argentina y los desafíos actuales que enfrenta el país. La homilía comenzó con una cita de la «Chacarera para la Vuelta», evocando una fuerte conexión entre la fe, la patria y las raíces culturales. «Voy andando los caminos, pero mi alma está en Santiago, y hoy el evangelismo regreso a la Madre de Ciudades, Madre de diócesis».
El arzobispo utilizó la canción popular para ilustrar su mensaje de regreso a las raíces y destacó la importancia histórica de la diócesis de Tucumán, erigida en 1570 en tierras santiagueñas. «Aquí está de vuelta. Aquí está la primada en la ciudad madre de ciudades, en la iglesia madre de diócesis», afirmó, subrayando que la transferencia del título de Primada de Argentina a Santiago del Estero es una «reparación histórica y eclesiástica» para la nación.
García Cuerva destacó el papel fundamental de la Iglesia en el desarrollo del país, evocando la expansión del evangelio por todo el territorio argentino, desde los montes y llanuras hasta las ciudades, siguiendo un recorrido que él describió como «entre algarrobos, quebrachos, chañares y pistolas».
Un llamado a la renovación espiritual
Inspirado por el evangelio del día, donde Jesús recorre distintas ciudades y regiones, el arzobispo hizo un llamado a la renovación espiritual, comparando el actuar de Jesús con el ejemplo de Santa Mama Antula, a quien describió como una «caminante del espíritu» que recorrió miles de kilómetros para llevar su mensaje a Buenos Aires en 1779. García Cuerva exhortó a la Iglesia argentina a recorrer el mismo camino, «descalzos de prejuicios, rencores y egoísmos», y con el crucifijo como símbolo de entrega y amor.
El prelado instó a la comunidad a despojarse de las barreras que impiden escuchar a los demás y que nos alejan del sufrimiento de los más vulnerables. «Sufrimos de estas sorderas hace mucho y por no escucharnos, nos gritamos, nos maltratamos, nos lastimamos», expresó con tono de súplica, pidiendo a Dios la cura para la «sordera espiritual» que impide atender las necesidades de los más pobres, los enfermos, los ancianos y los migrantes.
Crítica a la «sordera social e ideológica»
En un tono reflexivo y autocrítico, García Cuerva alertó sobre los «tapones» que bloquean la comunicación y el entendimiento en la sociedad. Estos tapones, que pueden ser ideológicos, de soberbia intelectual o nostálgica, impiden la apertura hacia nuevas ideas y generan intolerancia. «Nos hemos quedado sordos y mudos delante del dolor y del sufrimiento de los más pobres y marginados», afirmó.
El arzobispo continuó su homilía pidiendo a Dios que abra los corazones de los fieles para escuchar y actuar con compasión. Citó a San Agustín y San Francisco de Asís, recordando que la verdadera escucha no se da solo con los oídos, sino con el corazón. Este llamado a la reflexión se extendió a temas actuales como el narcotráfico, la drogadicción entre los jóvenes y la soledad de los ancianos, asuntos que, según él, requieren de una respuesta compasiva y activa por parte de la Iglesia y la sociedad en general.
Un mensaje de esperanza
Hacia el final de su homilía, Monseñor García Cuerva se refirió a la alegría del pueblo tras el milagro descrito en el evangelio, cuando Jesús hizo oír a un sordo y hablar a un mudo. En ese contexto, el arzobispo invitó a la comunidad a no callar la alegría que nace del encuentro con Cristo, renovando su compromiso con el anuncio del evangelio «sin demoras, sin miedo y sin exclusiones».
Finalmente, el arzobispo celebró la decisión del Papa Francisco de transferir el título de Primada de Argentina a Santiago del Estero, en reconocimiento a su importancia histórica. Encomendó a la Virgen María, bajo las advocaciones de Nuestra Señora de Sumampa y de Luján, el sueño de construir una patria fraterna y unida. En sus palabras finales, García Cuerva citó una canción de Los Carabajal, deseando que en la mesa de los argentinos «nadie sea extranjero», y que sea un lugar de encuentro y esperanza para todos.