La visión porteñocentrista ignora el federalismo del fútbol y el impacto positivo en el interior; la crítica se centra en el costo, no en la oportunidad.
Resulta agotador leer la recurrente cantilena que acompaña cada final que se atreve a salir de la burbuja centralista de Buenos Aires o Rosario. La nota publicada esta mañana en La Nación, titulada «El otro lado de la final: las mil complicaciones…», es un manual perfecto de esta visión. Se critica la lejanía, el costo y el calor, pero se omite la principal razón por la que Santiago del Estero es elegida: es hora de federalizar el fútbol.
La Falacia del «Costo» y la «Distancia»
El argumento de que la sede es «lejana, calurosa y costosa» para las parcialidades de Racing y Estudiantes es, francamente, tendencioso. ¿Acaso ir de Avellaneda a La Plata no implica un gasto? ¿Ir a Córdoba, Mendoza o San Juan tampoco? La crítica se enfoca en que 1000 kilómetros es mucho para el hincha bonaerense, ignorando el legítimo derecho de las provincias del Norte Grande a recibir eventos de esta magnitud, especialmente cuando cuentan con un estadio de la calidad y modernidad del Madre de Ciudades.
La realidad es que el fútbol profesional argentino no se reduce a un puñado de kilómetros alrededor de la Casa Rosada. La decisión de la AFA, más allá de cualquier favoritismo político que se le quiera adjudicar, es la de utilizar la mejor infraestructura del país. Es un evento que, en lugar de centralizar la ya saturada Capital Federal, inyecta millones de pesos en la economía santiagueña: hoteles colapsados, fincas alquiladas y remiseros trabajando sin parar. Esto no es un problema logístico, es un beneficio económico regional que el periodismo centralista convenientemente omite.
Sensacionalismo sobre el Césped y el Clima
Centrarse en los «lamparones amarillos» del césped y el calor de casi 40 grados roza el ridículo. Es diciembre. Es verano. La cancha de Boca Juniors o River Plate, de haber sido elegidas, presentarían césped en condiciones similares tras una temporada intensa y con el inicio de la canícula. Minimizar un evento deportivo de élite por imperfecciones menores en el pasto es priorizar la queja sobre la crónica.
Respecto al aforo, la nota critica que se hayan tenido que quitar butacas para ampliar la capacidad. Esto no es un defecto del estadio, sino una respuesta a la demanda masiva. Se trata de una adaptación habitual para finales de alta convocatoria, demostrando que el estadio, lejos de ser insuficiente, es lo suficientemente adaptable para recibir a más de 40.000 personas, una cifra que muchos reductos de CABA ya no pueden alcanzar sin obras mayores.
La prensa, que históricamente ha criticado el estado ruinoso de muchos estadios y la falta de planificación, ahora critica la planificación y la inversión en un recinto de nivel internacional. ¿Qué se espera entonces? ¿Que las finales se jueguen eternamente en canchas viejas o que solo viajen los que pueden tomarse un taxi? El hincha de fútbol argentino es pasional y hará la travesía. Y mientras lo hace, un rincón del interior del país se beneficia y celebra ser, por un día, el epicentro del fútbol nacional. La crítica de La Nación no es logística, es ideológica y huele a puro centralismo nostálgico.
