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El Papa eliminó el requisito de “estado de salud certificado” y lo reemplazó por la idoneidad psicofísica para cargos religiosos. Un paso adelante, aunque tardío, en la inclusión de personas con discapacidad.
Durante décadas, las personas con discapacidad fueron excluidas de espacios laborales eclesiásticos bajo criterios médicos rígidos y discriminatorios. Hoy, el cambio abre la puerta a mayor participación, pero también deja una pregunta incómoda: ¿por qué los espacios de poder y fe tardan tanto en reconocer derechos que deberían ser universales?
La inclusión no puede seguir siendo presentada como un gesto o una concesión tardía. Es un derecho que exige accesibilidad, oportunidades reales y participación plena, no favores ni discursos.