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El ministro enfrenta presiones del FMI para que libere el dólar, pero profundiza la intervención.

Los funcionarios del Ministerio de Economía están trabajando a destajo. Los despertadores sonaron de madrugada. La tarea es intervenir las mesas de dinero oficiales para controlar el precio del dólar, tanto en el segmento spot como en los futuros. 

El equipo económico está en alerta total. A pesar del discurso público que insiste en que el mercado se regula solo, en los hechos el Gobierno está haciendo exactamente lo contrario de lo que el Fondo Monetario Internacional le pide. 

La misión técnica del FMI que llegó a Buenos Aires esta semana fue clara y directa: le reclamó al Gobierno que avance hacia una unificación cambiaria real y que elimine la brecha entre el dólar oficial y los financieros. Pero, por ahora, eso no ocurre. 

A contramano de las «recomendaciones» del FMI, Luis Caputo hace todo contrario. El problema para el Fondo no es solo técnico, sino también político. Vienen monitoreando con preocupación cómo el último desembolso -unos 12 mil millones de dólares- terminó alimentando una salida de divisas por turismo y gastos en el exterior. En otras palabras, la plata que mandaron para sostener el programa se está yendo por la canaleta de los consumos en dólares.

En los pasillos del organismo en Washington hay malestar. El FMI no quiere un dólar planchado por intervención, sino un tipo de cambio único y libre, algo que el Gobierno por ahora no parece dispuesto a conceder, por temor a que se le dispare la inflación.

La visita técnica de rutina del FMI se transformó en una mesa de negociaciones áspera

En este contexto, el margen de maniobra es cada vez más chico. Las intervenciones se multiplicaron y muestran que la presión está latente. Según datos oficiales, el BCRA dilapidó USD 2.000 millones para contener el precio del dólar futuro en mayo. La cifra multiplico por cuatro la intervención de abril.  

Por eso, la visita técnica de rutina se transformó en una mesa de negociaciones áspera, donde el Gobierno juega a contener el dólar sin decirlo, mientras intenta convencer al FMI de que, al menos por ahora, flotar del todo no es una opción

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