Mateo 2, 13-18: Fiesta de los Santos Inocentes

Mateo 2, 13-18: Fiesta de los Santos Inocentes

Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.»

José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.

Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.

Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.

Palabra del Señor

Comentario

Como tantas otras fiestas o costumbres y tradiciones de nuestra fe, esta fiesta, de los Santos Inocentes, creo yo que sin querer ha ido perdiendo su sentido original para terminar, por lo menos por estas tierras, en Argentina, en una especie de oportunidad para probar la inocencia de los más cercanos con algún chiste, alguna broma, incluso a veces de mal gusto. Pero en realidad nada tiene que ver con lo que celebramos. De hecho, si preguntás por ahí, o también vos mismo que estás escuchando: ¿por qué se hacen chistes para probar la inocencia el 28 de diciembre?, seguramente pocos saben que es el Día de los Santos Inocentes; o sea, el día en el que celebramos los primeros mártires, que, aunque no conocieron a Cristo, fueron asesinados a causa de él, por miedo al verdadero rey, por temor a lo que vendría. El rey de ese momento no soportaba que otro rey pueda venir a ocupar su lugar, pero no sabía de qué rey se trataba por supuesto.

El 26 celebramos al primero que dio su vida conscientemente por Cristo, San Esteban; hoy a los primeros que murieron por la verdad antes de conocerla y siendo totalmente inocentes. Un santo lo describe de una manera admirable, te lo voy a leer directamente. Dice así: «Aquellos niños, sin saberlo, mueren por Cristo, y sus padres lloran la muerte de aquellos mártires; Cristo, cuando eran todavía incapaces de hablar, los convierte en idóneos testigos suyos. Así es el reinado de aquel que ha venido para ser rey. Así libera aquel que ha venido a ser libertador, así salva aquel que ha venido a ser salvador. Pero tú, Herodes, ignorando todo esto, te alteras y te llenas de furor; y, al llenarte de furor contra aquel niño, le prestas ya tu homenaje sin saberlo. (…) ¿Qué merecimientos tenían aquellos niños para obtener la victoria? Aún no hablan y ya confiesan a Cristo. Sus cuerpos no tienen aún la fuerza suficiente para la lucha y han conseguido ya la palma de la victoria». ¡Una delicia!

Te propongo hoy poder meditar desde Algo del Evangelio dos cosas, o las que a vos te parezcan. Siempre es bueno elegir para poder realmente profundizar. Acordate que la Palabra de Dios, el alimentarse de ella cada día, puede compararse al modo en cómo alimentamos también nuestro cuerpo. Si te ponen muchos platos para elegir, uno puede comer todo, se puede probar de todo con el afán de no dejar de lado nada, o se puede simplemente elegir lo que uno realmente tiene ganas de comer ese día y disfrutar. A veces por comer todo terminamos por no disfrutar nada, por no saborear en serio la comida. Con la Palabra de Dios puede pasarnos lo mismo. Escucharla es a veces como un gran banquete, con muchas opciones, pero no se puede comer todo junto y mucho menos de golpe, podemos atragantarnos; lo mejor es elegir algo y saborearlo mucho. Elegí algo y saboréalo.

Primero, lo que quiero decirte es que esta matanza de niños inocentes, por un aparente enojo de Herodes, en realidad es fruto de su miedo a perder el poder, de perder su reinado. Él quería matar a aquel que se anunciaba que sería rey, sin saber que el reinado de Jesús no sería como los reinados de este mundo. Y aunque parece demasiado cruel para nuestro tiempo, no está muy alejado de las miles de situaciones y víctimas inocentes que el mundo se sigue cobrando por miedo a perder el poder. Por ejemplo, el negocio de las guerras, el negocio del aborto tan terrible (en donde son víctimas no solo los niños, sino miles de madres), todo tipo de explotación sexual, narcotráfico, políticas de control de la población y miles de cosas más, por miedo a perder el poder. El mundo quiere poder y hace todo lo posible por mantenerlo. El poder es el gran mal de este mundo, cuando es mal usado por supuesto. Es más común de lo que pensamos. Pensemos en nuestros trabajos, pensá en tu grupo, parroquia, incluso a veces en las familias. El poder se puede transformar como en un dios, al cual muchos veneran. Es el dios de este mundo, no el Dios de los cristianos por supuesto.

Cuidado cuando nosotros «matamos» a inocentes por miedo a perder lo que tenemos; en el fondo es pura inseguridad, es pura soberbia, y el soberbio en el fondo se quiere muy poco, tiene mucho miedo.

Lo segundo es que pensemos en nuestra vida personal, porque mientras tanto el mundo está lleno de inocentes que día a día sufren o mueren por causa de otros. Hay miles de mártires silenciosos que aún sin conocer y confesar a Cristo les toca lo peor. A vos por ahí te pasa, te pasó o te pasará. A todos nos puede tocar sufrir injusticias por la maldad de otros, nadie está exento. Pensemos que al mismo Jesús le pasó. Él es el más inocente que murió por la maldad de muchos, para sanar la maldad de muchos. Muchas veces a los cristianos nos toca sufrir injustamente, siendo inocentes, para también ayudarlo a Jesús de algún modo en la salvación de un mundo que lo único que busca es tener poder de todo tipo, de dinero, de status, de cosas materiales, de prestigio a toda costa. Pensemos también si a veces nosotros, incluso siendo cristianos, no nos comportamos como pequeños Herodes, que ante la primera posibilidad de perder nuestro «puestito de poder», somos capaces de «matar», en sentido figurado, todo lo que puede amenazar nuestros deseos de ser alguien en esta vida, ser alguien según la mentalidad del mundo por supuesto.

¿A qué tenemos miedo cuando obramos así? ¿Por qué le tenemos miedo a los que obran así?

Fuente: Algo del Evangelio

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