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El obispo de la ciudad del sureste santiagueño mantuvo un encuentro con el Sumo Pontífice en la Santa Sede.
En el marco de una semana de profunda significación para la Diócesis de Añatuya, monseñor José Luis Corral desarrolló una intensa agenda pastoral e institucional en la ciudad de Roma, corazón de la cristiandad.
Ayer, el obispo participó de la tradicional audiencia general presidida por el Santo Padre, el papa León XIV, en la Plaza San Pedro del Vaticano. Allí, en un gesto de comunión eclesial, pudo saludar personalmente al Sumo Pontífice, a quien transmitió el afecto, la fe y las plegarias del pueblo santiagueño.
Durante ese emotivo encuentro, monseñor Corral recibió la bendición apostólica del Papa, la cual hizo extensiva a toda la comunidad diocesana de Añatuya, especialmente a los más pobres, enfermos y sufrientes, reafirmando así el compromiso pastoral con el que continúa la misión iniciada por su predecesor, el Siervo de Dios, Mons. Jorge Gottau.
La visita a la Santa Sede también incluyó instancias de suma importancia institucional.
El día martes, el obispo de Añatuya se presentó en el Dicasterio para las Causas de los Santos, acompañado por la Dra. Stefania Falasca, recientemente designada postuladora en la fase romana de la causa de beatificación y canonización de monseñor Gottau, primer obispo de la diócesis y recordado por su incansable entrega al pueblo más pobre del oeste santiagueño.
Como parte de su estadía en Roma, el obispo Corral también participó el jueves de una emotiva celebración eucarística en la Basílica de Santa María la Mayor, donde se celebró la tradicional «Misa de los argentinos».
La misma fue presidida por monseñor Alejandro Pardo, obispo auxiliar de Buenos Aires, y concelebrada por Mons. Alejandro Musolino, obispo auxiliar de Córdoba; monseñor Corral, obispo de Añatuya; junto a una treintena de sacerdotes argentinos presentes en Roma por distintos motivos pastorales o académicos.
Esta significativa visita, que une el corazón del Papa con el corazón del pueblo de Añatuya, representa una renovación del camino pastoral iniciado hace más de seis décadas y proyecta con esperanza el futuro de una Iglesia misionera, pobre y para los pobres.