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Llegó a la Argentina a fines de la década del ’30 huyendo de las leyes raciales de la Italia fascista. Otro genocidio la atravesó casi tres décadas después: su única hija, Franca Jarach, fue desaparecida por la dictadura. “Nunca Más el Silencio”, repetía Vera en su lucha incansable.
Vera Vigevani de Jarach llegó hace 86 años desde Milán en barco, huyendo de las leyes raciales de la Italia fascista. Su abuelo murió en Auschwitz. No hay tumba para llorarlo. Otro genocidio la atravesó tres décadas después. La única hija de Vera, Franca Jarach, fue desaparecida por la dictadura. Tampoco hay tumba para dejarle una flor. «Tengo dos historias que demuestran que lo pasó una vez puede volver a suceder», advertía. Madre de Plaza de Mayo de la Línea Fundadora e integrante de la Fundación Memoria Histórica y Social Argentina, Vera falleció a los 97 años.
Vera nació el 5 de marzo de 1928 en el norte de Italia. Con su familia decidieron venirse para Argentina escapando del fascismo. Viajaron en el barco Augustus. En segunda clase porque no tenían dinero para más. En el viaje, los chicos –a pesar de que el horror los acechaba– jugaban. Lo que más los divertía era el escondite. “Todavía era una nena, pero cuando llegué se terminó mi infancia”, contaba.
En marzo de 1939, llegó a la Argentina. Terminó la primaria en una escuela italiana. Cuando llegó la hora de anotarse en el secundario, sufrió una frustración. Su papá quería que fuese al Colegio Nacional de Buenos Aires (CNBA) pero entonces sólo admitían varones. Dio el ingreso para un liceo para señoritas. Vera trabajó como periodista en ANSA, la agencia de noticias italiana. Conoció muy joven a Jorge Jarach, un ingeniero italiano con el que se casó.
Después de varios años de matrimonio, llegó Franca, que nació el 19 de diciembre de 1957. A Franca las fotos la muestran muy parecida a su mamá: las dos con una sonrisa profunda. Era una chica brillante que llegó a ser abanderada del CNBA –de donde terminó expulsada junto a otros estudiantes que abrazaban la militancia. Ella decidió no volver y terminar sus estudios en el liceo.
Poco tiempo después, Franca fue secuestrada. Se la llevaron el 25 de junio de 1976, cuando tenía 18 años. Su secuestro coincidió con la caída de un grupo de militantes gráficos. Días después, la dejaron llamar a su casa. Dijo que la tenían en la Superintendencia de Seguridad Federal, que estaba bien, que le daban abrigo, comida y remedios si los necesitaba.
–¿Te voy a buscar?–le preguntó el padre.
–Sí, te van a avisar –le contestó la chica después de preguntar.
Franca, en realidad, no estaba en el centro clandestino que funcionó en la calle Moreno sino en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Según lo que Vera pudo reconstruir muchos años después, fue una de las víctimas de los vuelos de la muerte.
Vera la buscó por todos lados. El primer organismo que contactó fue la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH), que se había creado meses antes del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. En 1977 se sumó a Madres. Con el paso del tiempo, conformó la Fundación Memoria Histórica y Social Argentina.
Fue una de las impulsoras de los homenajes en el CNBA para hacer «reaparecer a nuestros ‘desaparecidos'», como contó en el prólogo de La otra Juvenilia, de Werner Pertot y Santiago Garaño. Vera, además, integró el directorio del Espacio Memoria y Derechos Humanos –exESMA– y fue parte de Memoria Abierta.
Vera fue también una de las fundadoras del Parque de la Memoria, construido junto al Río de La Plata para recordar a quienes no tienen una tumba. En un documental hecho por esa institución, se la ve a Vera recorriendo el muro con las identidades de los desaparecidos. «Yo me imaginaba en piedra los nombres», dice. Y lo que imaginaba se logró.
En 2023, Vera le dijo a Eduardo Tavani, abogado y referente de la APDH, que quería ser ciudadana argentina. Él se puso manos a la obra. El año pasado, Vera recibió la doble nacionalidad. Y ella dijo que había saldado una deuda.
«Vera querida, compañera inteligente, culta, alegre tantas veces y en silencio algunas otras, porque en tu ánimo giraba la pregunta que nunca debió existir: ¿por qué? Vera hermana, eres parte nuestra y estarás en cada paso nuestro y de quienes nos sigan. La sonrisa de Franca seguirá siendo la bandera de innumerables jóvenes. Te queremos«, la despidieron desde Madres Línea Fundadora.
Sus compañeros y compañeras del movimiento de derechos humanos recibieron este viernes por la mañana la triste noticia de su fallecimiento. Quedará como legado su frase, «Nunca más el Silencio». Como ella explicaba, era una consigna cargada de futuro: «Es no estarse quietos. Es decir, denunciar. Y, con eso, no hay una garantía, pero sí una esperanza».
Hubo múltiples saludos. La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner compartió una foto de cuando Vera la visitó en San José 1111 tras la confirmación de la condena. «Nunca dejó de luchar y de sonreír: ejemplo de Resiliencia y Memoria. Te vamos a extrañar», escribió en su cuenta de X.
Hasta siempre, Vera
Este viernes a las 17 empezaron a acercarse militantes de derechos humanos para despedirla en el salón Perón de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. En la despedida –organizada por Victoria Montenegro, presidenta de la comisión de Derechos Humanos– no faltaron comentarios amorosos sobre Vera y canciones. Algunas de ellas entonadas por la Escuela Popular de Música, que funciona en la Casa Nuestros Hijos, sede de las Madres Línea Fundadora en la ex-ESMA.
Daniel Tarnopolsky, cuya familia fue diezmada en el campo de concentración de la Marina, cantó Honrar la vida. Algunos se sumaron, otros dejaron caer algunas lágrimas. Otros dedicaron muestras de aliento a quien tenían cerca.
En el féretro, había pañuelos de Madres de Plaza de Mayo y de Abuelas de Plaza de Mayo. Estaba también el prendedor que Vera solía usar con la foto de su hija Franca. Norma Ríos se acercó para dejar un pin de la APDH.
Taty Almeida y Carmen Lareu llegaron en sus sillas de ruedas para despedir a sus compañeras de tantas décadas de lucha.
–Querides compañeres: estamos despidiendo a nuestra querida Vera. Realmente una persona estupenda. A pesar de haber perdido a su única hija, siempre estuvo dispuesta a militar y acompañar– la recordó Taty.
Todos y todas se acercaron más para escucharla porque desde afuera entraba el ruido de un viernes por la tarde en la Ciudad.
–Sí, Vera, de vos estoy hablando–continuó Taty–. Seguiremos practicando lo que vos tantas veces nos has dicho: Nunca Más el Odio, Nunca Más el Silencio. Sobre todo ese odio que hoy demuestra tener esto que nos gobierna.
Cuando alguien le preguntaba a Vera cómo se llamaba su hija, Vera lo o la corregía: «Se llama porque está presente». Esa postura la retomó la presidenta de Madres Línea Fundadora en el adiós a su compañera.
–Sos una persona especial. Vas a seguir siempre presente, Vera Jarach–gritó Taty.
–Ahora y siempre– le respondieron.
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