Ricardo Lagorio oficializará su salida como embajador en la ONU tras la votación a favor de Cuba

Ricardo Lagorio oficializará su salida como embajador en la ONU tras la votación a favor de Cuba

El diplomático, cuya salida ya había sido anunciada en medio de una fuerte interna, ejecutó el voto de la Argentina en contra de Estados Unidos que derivó en el despido de Diana Mondino.

La intempestiva salida del Gobierno de Diana Mondino luego de que la Argentina, de manera muy sorpresiva, votara a favor de Cuba y en contra de Estados Unidos en una Asamblea de la ONU, fue un elemento más de la interna a cielo abierto que, hace meses, viene padeciendo la Cancillería, que tuvo bajas sensibles en cargos importantes debido a decisiones que para Javier Milei fueron contrarias a la política exterior que pregona la administración libertaria.

Uno de los últimos funcionarios eyectados había sido Ricardo Lagorio, representante argentino ante la ONU, cuyo cargo comenzó a tambalear cuando el Presidente viajó a exponer a la Asamblea General y entendió que el diplomático no estaba alineado con la visión geopolítica oficial.

Sin embargo, paradógicamente, fue Lagorio quien este miércoles ejecutó el voto de la Argentina para aprobar una resolución contra el embargo de EEUU a Cuba, que en total tuvo el apoyo de 187 países. Sucede que el ex embajador en Rusia aún no dejó su cargo, pero sí lo hará a partir de noviembre, cuando será reemplazado por Francisco Tropepi, cuya designación ya fue informada en el Boletín Oficial.

La versión de los hechos cambia según quién la cuente. De un lado explican que Lagorio no tiene potestad de decidir cómo votar y que lo hizo a favor de Cuba por orden de la Secretaría de Relaciones Exteriores de la Cancillería, a cargo recientemente de Eduardo Bustamente, quien reemplazó a Leopoldo Sahores hace menos de dos semanas. Y advierten que le dijeron que en Casa Rosada sabían de esta decisión, pero no le aclararon si Milei puntualmente estaba al tanto.

Además, se amparan en que una ley sancionada en 1997 durante el menemismo no permite a la Argentina votar a favor de un embargo económico de otro país. Esa norma, en su artículo primero, reza: “Las leyes extranjeras que, directa o indirectamente, tengan por objeto restringir o impedir el libre ejercicio del comercio y la libre circulación de capitales, bienes o personas en detrimento de algún país o grupo de países, o que de algún modo permitan el reclamo de pagos o indemnizaciones de cualquier naturaleza a favor de particulares con motivo de expropiaciones realizadas en un tercer país, no serán aplicables ni generarán efectos jurídicos de ninguna especie en el territorio nacional”.

Serán también absolutamente inaplicables y carentes de efectos jurídicos las leyes extranjeras que pretendan generar efectos extraterritoriales a través de la imposición de bloqueo económico, la limitación de inversiones en un determinado país, o la restricción a la circulación de personas, bienes, servicios o capitales, con el fin de provocar el cambio de la forma de gobierno de un país, o para afectar su derecho a la libre autodeterminación”, agrega.

Y en el artículo 2 sentencia: “Ninguna persona, física o de existencia ideal, puede invocar derechos, ejecutar o demandar la ejecución de actos, ni ser obligada a obedecer u observar, ya sea en forma activa u omisiva, medidas, directivas, instrucciones o indicaciones que sean consecuencia de la aplicación extraterritorial de las leyes extranjeras indicadas en el artículo anterior”.

La visión de Javier y Karina Milei es diferente: ni Mondino ni Lagorio preguntaron cómo debía votar la Argentina y una decisión que no vaya en línea con Estados Unidos e Israel es imperdonable para la postura geopolítica que viene cultivando -muy cuidadosa y estratégicamente- el gobierno libertario.

Rápidamente, el Presidente actuó, despidió a la Canciller y designó a su reemplazo: Gerardo Werthein, hasta hoy embajador en Estados Unidos. El mensaje es contundente y ratifica el alineamiento ideológico de la Casa Rosada.

En medio del escándalo diplomático, Lagorio oficializará su salida como embajador ante la ONU. El lunes envió su carta protocolar de despedida, a la que tuvo acceso Infobae y se reproduce a continuación.

Hoy lunes 28 de octubre de 2024, me notifico del decreto 957 del 25 de octubre de 2024 por el que soy trasladado a la República y se da término a la convocatoria al Cuerpo Permanente Activo del Servicio Exterior de la Nación. Agradezco a la señora Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, Diana Mondino, por haber confiado en mí para dirigir la Misión Permanente de la República Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas.

En estos meses en los que tuve el honor de desempeñarme como Representante Permanente de la República Argentina ante la Organización de las Naciones Unidas, siempre cumplí mi deber fiel al “orgullo de la noble conducta y de las tradiciones internacionales de nuestra patria”, de las que hablaba Carlos Saavedra Lamas, guiándome por mis principios éticos y los postulados de nuestra Constitución Nacional.

También guio mi misión las palabras iniciales de la Carta de la ONU, “Nosotros los Pueblos”, objetivo y legitimación de nuestro accionar diplomático.

Mi gestión se vio facilitada por el equipo idóneo y profesional de colegas y colaboradores que sirven a la República desde esta Misión. Miembros del Servicio Exterior de la Nación, que honran al Instituto del Servicio Exterior de la Nación, creado por Carlos Manuel Muñiz, ex Canciller y ex Representante Permanente de la República ante la ONU. Todos ellos forman parte de ese reservorio de argentinidad con el que cuenta, y siempre contará la República para defender sus valores e interés, con idoneidad y profesionalismo.

También forman parte de este equipo los Adscriptos al Servicio Exterior de la Nación, que con igual vocación de servicio cumplen sus labores cotidianas.

Mi compromiso con el multilateralismo, abonado por haber sido la Misión Permanente de la República Argentina ante la ONU mi primer destino desde agosto de 1982 hasta diciembre de 1989, se consolidó a lo largo de los meses de mi gestión.

El “pueblo mundo” del que hablaba Juan Bautista Alberdi encuentra, en la Organización de las Naciones Unidas, el ámbito adecuado para la necesaria colaboración y cooperación que nos permitirá transitar este siglo XXI en paz.

La Organización de las Naciones Unidas creada en 1945, fue “pensada” con anterioridad por todos aquellos que creen en la paz y cooperación entre las Naciones. Entre ellos el propio Juan bautista Alberdi quien, en su libro El Crimen de la Guerra, decía alrededor de 1872: “Si hay un pueblo que esté llamado a realizar perpetuamente el gobierno de sí mismo (selfgovernment), es ese pueblo compuesto de pueblos que se llama sociedad de las naciones”.

Estos tiempos difíciles y complejos requieren de más y mejor diplomacia, ya que la gran mayoría de los desafíos y oportunidades de este siglo constituyen, en la célebre frase del ex Secretario General Kofi Annan, “problemas sin pasaportes”, y es por ello que una diplomacia profesional e idónea, como cuenta desde hace décadas la República Argentina, es imprescindible para tener una política exterior al servicio del progreso y desarrollo nacional.

Me permito finalizar con una frase del ex canciller y primer Premio Nobel de la Paz, Carlos Saavedra Lamas, en ocasión de pronunciar su discurso de aceptación de la presidencia de la Asamblea General de la Liga de las Naciones, el 21 de septiembre de 1936.

Conceptos que, a casi 90 años de haber sido pronunciados, guardan su validez y vigencia: “La Sociedad de las Naciones es objeto de críticas continuadas. Se le formulan reproches persistentes y se hacen incidir sobre ella todas las responsabilidades. Tiene, sin embargo, el derecho de volverse hacia los que la fustigan, hacia el mundo que la circunda, para formularle, a su vez, una reclamación: la necesidad de contribución moral, de la lealtad solidaria, del coraje hasta del espíritu de sacrificio, que se comprometieron en el momento de su creación y que su misión exige”.

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