Fueron 47 los testigos que declararon en esta primera semana del juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa, y más de una decena lo ubicó en la escena, específicamente dándole patadas en la cabeza.
Amedida que avanzan las jornadas del juicio por el crimen de Fernando Baéz Sosa, del que ya se cumplió la primera semana, cada vez son más los testimonios de los testigos que complican a uno de los ocho rugbiers acusados en particular. Es que Máximo Thomsen fue uno de los más señalados que por sus reacciones habría participado más activamente de la emboscada que terminó con la vida de la víctima de 18 años aquella madrugada del 18 de enero de 2020, en la ciudad balnearia de Villa Gesell, cuando vacacionaba con sus amigos.
Una de las declaraciones que apuntó contra Thomsen, fue la de Alejandro “Chiqui” Muñoz, el jefe de seguridad de Le Brique, el boliche donde se originó el conflicto entre los rugbiers y Fernando que terminó en el ataque final. Muñoz mide 2.03 metros y pesa 150 kilos, y en su testimonio contó que durante la madrugada del 18 de enero de 2020 necesitó pedir ayuda para expulsar a Máximo Thomsen del local bailable. El testimonio de Muñoz —con más de dos décadas de trayectoria en el negocio de locales nocturnos— complicó al acusado. Sin embargo, no fue el único. De los 47 testigos que se presentaron a declarar en la primera semana del debate, al menos una decena lo ubicó la noche del crimen mientras pateaba a Fernando en la cabeza.
También, Lucas Filardi, amigo de Fernando, dijo que le pegó a Báez Sosa en el pecho cuando ya estaba en el piso.
En tanto, Juan Bautista Besuzzo, Lucas Begide, y Nahuel Bonamaison, también amigos de la víctima, complicaron al mismo rugbier. Incluso Bonamaison fue aún más contundente al declarar: “Vi cómo Máximo Thomsen, a quien reconocí en la rueda, le pegó una patada a Fernando con odio, con brutalidad, con intención de matar”.
En la tercera jornada del juicio, las declaraciones de los tres empleados de seguridad de Le Brique, que intervinieron en la pelea y dieron salida a ambos grupos, tampoco favorecieron al rugbier. Cristian Ignacio Gómez, declaró que el incidente tuvo lugar en el momento en que “se armó un pogo” durante el show en Le Brique esa noche, a cargo del artista de trap Neo Pistea. En ese contexto, contó que “terminó calmando y reduciendo a Matías Benicelli con los brazos en la espalda”.
También explicó que cuando se disponía a retirarlo por la puerta de la cocina apareció una persona “con cara de enajenado, de loco”, que le puso una mano en el hombro y le ordenó no sacar a Benicelli”. “Esa persona resultó ser Máximo Thomsen”, agregó.
Los dichos de los patovicas coincidieron con los videos que se proyectaron en la sala, donde se exhibió de qué manera y en qué orden expulsaban a los imputados por la puerta secundaria de Le Brique. A diferencia del resto de los acusados, a Thomsen tuvieron que sacarlo entre dos personas y aplicándole una llave inmovilizadora. En el trayecto el joven intentó zafarse: sacudía el cuerpo, se resistía.
A su relato se sumó el de Fabián Maximiliano Ávila. Esa noche Ávila presenció la pelea entre Thomsen y Báez Sosa (”Fernando, que tenía la camisa rota, le pegó una piña en el estómago al que yo sostenía”, dijo en referencia a Máximo) y se dispuso a separarlos. Ávila explica que quiso retirar al rugbier, pero que se tropezó con un escalón y cayeron al piso. Al final, retiró a Báez Sosa. “Le dije que me acompañara afuera”, sostuvo.
Otro de los testimonios que complicó a Thomsen fue el de Tomás Bidonde, un joven que la noche del crimen estaba en Le Brique, y que se convirtió en testigo presencial del hecho. “Le pegó patadas en la cabeza al chico que después falleció”, dijo y destacó la “agresividad” de los golpes a los que describió como “puntinazos”. “Como cuando pateás una pelota de fútbol con la punta de los dedos”, detalló.
También sumó su testimonio el taxista Marcos Damián Acevedo quien fue testigo de la golpiza desde su vehículo y sostuvo que Thomsen “remató” con patadas.
Sebastián Ariel Saldaño, otro testigo presencial del hecho que trabajaba en un kiosco situado a pocos metros del lugar del ataque, declaró algo similar. Dijo que vio a Fernando en el piso recibiendo golpes de puño y patadas que le propinaba Máximo Thomsen y que “el flaquito con rodete” (en referencia a Matías Benicelli) arengaba a su cómplice.
También, el testimonio de Andrea Ranno, la empleada del Hotel Inti Huasi, incriminó aún más a Thomsen. Es que de acuerdo su relato, Thomsen y el resto de los acusados corrieron de Le Brique en sentido a la zona de “El Bosque”.
En su declaración, Ranno hizo una descripción precisa de las zapatillas de Máximo Thomsen: “negras con la suela de goma”. Además, relató que lo vio como “sacado” y “fuera de sí”. “Iba con la cabeza baja y los puños cerrados y haciendo este sonido”, dijo, mientras golpeaba el piso con sus pies. También identificó a Matías Benicelli como quien corría atrás, “el de rodetito”.
No obstante, en la última jornada de la semana, también se reveló el misterio de la zapatilla manchada con sangre por la que había sido señalado falsamente el remero de Zárate, Pablo Ventura, como el dueño del calzado.
En ese sentido, tanto Mariano Orlando Vivas, como Hugo Martín Vázquez, dos oficiales que participaron del allanamiento en el chalet que los imputados alquilaron en Villa Gesell, sostuvieron que Máximo Thomsen fue el rugbier que culpó a Ventura y dijo que la zapatilla le pertenecía al remero. Cabe destacar que este dato no era parte del expediente, y hasta ese momento significaba una incógnita, sobre todo para la familia Ventura, ya que por esa falsa acusación, Pablo pasó más de tres días detenido.