Tras un histórico funeral, el papa Francisco descansa en la basílica de Santa María la Mayor

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La despedida del primer pontífice latinoamericano reunió a una multitud de fieles y a más de 150 jefes de Estado y delegaciones extranjeras, que viajaron de todas partes del mundo para rendirle homenaje.

Tras una ceremonia cargada de emoción y simbolismo, el papa Francisco fue finalmente sepultado en la basílica de Santa María la Mayor, en Roma, en una tumba sencilla que lleva inscrito únicamente su nombre en latín: Franciscus. La despedida del primer pontífice latinoamericano reunió a una multitud de fieles y a más de 150 jefes de Estado y delegaciones extranjeras, que viajaron de todas partes del mundo para rendirle homenaje.

La misa exequial fue presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, quien en una conmovedora homilía destacó la profunda humanidad y la cercanía de Francisco con el pueblo. «A pesar de su sufrimiento final, eligió recorrer este camino de entrega hasta el último día», expresó el purpurado, arrancando aplausos espontáneos entre los asistentes congregados en la plaza de San Pedro.

Durante su intervención, Re recordó también la dedicación inquebrantable de Francisco a los más necesitados, los marginados y los migrantes, así como su incansable labor por la paz en un mundo convulsionado. «Fue un papa en medio de la gente, con el corazón abierto hacia todos», afirmó, señalando su compromiso con causas humanitarias y su constante llamado a la solidaridad y la fraternidad.

El cortejo fúnebre, seguido por miles de fieles y transmitido en directo a todo el mundo, trasladó el féretro de Francisco en un papamóvil descubierto —el mismo que utilizó durante su viaje a Filipinas en 2015— a lo largo de seis kilómetros hasta la basílica. Allí, en un gesto de humildad que lo caracterizó durante todo su pontificado, Francisco fue sepultado en una tumba modesta, lejos de las ostentaciones tradicionales.

La jornada fue de profunda emoción tanto para los presentes como para quienes siguieron el funeral a distancia, en un acto que no solo marcó el adiós a un pontífice, sino también a un líder espiritual que transformó la imagen de la Iglesia con su sencillez, su valentía y su compromiso incondicional con los más vulnerables.

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