Lucas 2. 22. 36-40: 6° día de la octava de Navidad

Lucas 2. 22. 36-40: 6° día de la octava de Navidad

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor.

Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.

Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.

Palabra del Señor

Comentario

Seguramente muchos de los que escuchan estos audios ya empezaron sus vacaciones o están por empezarlas, por lo menos aquí en Argentina, o bien están con sus trabajos, pero con un ritmo mucho más tranquilo. Es bueno que pensemos que las vacaciones, el descanso, que a veces, si Dios quiere, podemos tener y hay que agradecerlo; ese descanso que nos merecemos de algún modo todos, aunque no todos pueden lograrlo, y eso es lo más triste, es una oportunidad muy linda para escuchar más, para escuchar de otra manera, para escuchar desde otro lugar, con otra actitud.

No todos en este mundo tienen la posibilidad de cambiar de lugar, de conocer otros lugares, de tener vacaciones. Si tenés esa gracia, agradécelo desde el fondo del alma, porque es un regalo muy grande de Dios. A veces basta con cambiar de ambiente para cambiar de actitud; a veces basta con ver un paisaje distinto para escuchar algo que nunca escuchaste; a veces basta con bajar la actividad para desacelerar la ansiedad y ver algo que no veías. Aprovechá esta oportunidad. Sea que tengas o no tengas vacaciones, acordate que no hay vacaciones de escuchar. No hay vacaciones de desear estar con Aquel que nos ama. No hay vacaciones de amor de Dios para un cristiano en serio.

Es un gran error y no nos hace bien esas vacaciones donde parece que sufrimos una metamorfosis y somos otros, distintos a lo que somos generalmente. Ojalá que vivamos unas vacaciones desde Dios y con Dios, pudiendo rezar mejor, pudiendo leer más, pudiendo disfrutar bien de tu familia. Y, al mismo tiempo, recemos por los millones y millones de seres humanos, de personas que no tienen esa posibilidad, por las injusticias a veces de este mundo que no sabe compartir. Seamos generosos en las vacaciones. No despilfarremos los bienes, ayudemos a alguien que lo necesita, no dejemos la caridad en otro lado.

Generalmente, siempre a fin de año, gracias a Dios, a la obra de Dios que va silenciosamente y lentamente tocando corazones, me llegan muchos testimonios de personas que no conozco, contándome lo que produjo en sus vidas el escuchar día a día lo que Dios nos va diciendo. Si querés hacerlo, te invito; ayuda mucho a todos. Podés escribirnos en nuestra página www.algodelevangelio.org. No dejo de maravillarme de la fuerza que tiene la Palabra para animar, consolar, corregir, levantar, guiar, iluminar, instruir a tantas personas y tantas cosas más. A veces dan ganas de que todo el mundo escuche la Palabra de Dios, de decirle a todos que no hay nada más enriquecedor, nada más gratificante, nada más cristiano que escuchar y meditar todos los días lo que Dios nos dice. Por eso, te propongo que en estos días te preguntes: ¿Qué fue haciendo Dios en tu vida desde que te propusiste escucharlo en serio? Alguien me contaba que se puso a escribir mes a mes todo lo que fue viviendo en el año. Por ahí no te sale algo así, es difícil, pero sí algo parecido. Si todavía no hiciste este ejercicio de animarte a evaluar la acción de Dios en tu vida concreta, te propongo que en estos días puedas hacerlo, o bien en los primeros días de tus vacaciones.

Hacé una especie de examen espiritual de tu año, no un examen de conciencia para ver los pecados, sino algo más amplio. Algo así como una evaluación sobre cómo te fue en el año en tu relación con Dios, que, por supuesto no es algo abstracto, sino que tiene que ver con lo que hacemos cada día. Esto no puede hacerse sin paciencia, algo de esto decíamos ayer. Esto no se puede hacer sin un corazón dispuesto a agradecer todo, incluso lo que pasó en el año que no pareció tan lindo, incluso eso que te gustaría guardar en el cajón y no sacarlo nunca más. Acordémonos que María supo «guardar todas las cosas en su corazón» mientras el niño iba creciendo.

En Algo del Evangelio de hoy Ana, ya anciana, supo esperar hasta el fin de su vida para ver a Jesús, para ver al niño. Ana lo pudo ver, seguramente después de pasar por mil situaciones difíciles y no tan lindas (su viudez y pobreza). Pero hay un detalle importante en el evangelio de hoy. Dice que Ana «daba gracias a Dios y hablaba del niño». Qué lindo sería que terminemos este año así, dando gracias y hablando del niño, haya pasado lo que haya pasado, hayamos sufrido lo que hayamos sufrido, habiendo salido las cosas como hayan salido, habiéndonos equivocado un poco más o menos, habiendo fracasado una o mil veces.

Lo importante es saber que por la paciencia veremos al niño en algún momento de nuestra vida, del día de hoy; no sabemos. Veremos la ternura de Dios y tendremos que dar gracias y hablar de él. Si no damos gracias y no hablamos del niño que nació, quiere decir que la Navidad no pasó por casa; quiere decir que la Navidad fue un barniz, un poco de luces, fuegos artificiales, un poco de pan dulce, de turrones, de regalos, pero nada del niño, nada de amor, nada de acción de gracias. Que el Dios hecho niño nos conceda a todos poder verlo y darle gracias de todo corazón.

Fuente: Algo del Evangelio

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